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jueves, 27 de diciembre de 2012

Origen de la Iglesia de San Lucas Tolimán.


Se cuenta que hace muchos años apareció un hombre perezoso. Su suegro lo enviaba a trabajar la tierra pero él no obedecía: se ponía a dormir bajo las piedras y cuando ya tenía hambre despertaba y almorzaba.

Día tras día era lo mismo. Como su suegro tenía tenia corrales para peces (1) y a eso se dedicaba, lo envío a cuidar los corrales diciéndole: Hoy no irás a trabajar pues nada haces allá, mejor te irás a cuidar los corrales para que no se acerquen los zanates. Pero siempre ocurría lo mismo, pues el pobre hombre iba y enseguida se quedaba dormido. Cuando se despertaba iba a ver y ya ni un solo pez quedaba. Todo por culpa de él mismo pues se pasaba durmiendo. Por mucho tiempo estuvo haciendo eso y su suegro se mantenía regañándolo.

Otro día, nuevamente fue a cuidar el corral. Le prepararon sus alimentos. El suegro le dijo: pero cuidas bien porque voy a llegar yo y si no te encuentro allí te voy a correr de una vez; no hay necesidad de que me hagas enojar más, ¿Cómo es posible que no se acabe el sueño? Solo durmiendo te mantienes, la gran chucha, si sigues así durmiendo te vas a enfermar o ¿acaso te duele algo? Le pregunto el suegro.

No me duele nada, es que no aguanto el sueño, contesto el hombre.

Bueno, hoy nuevamente vas a ir, pero si estas durmiendo cuando llegue, voy a llevar un tecomate de agua y te lo riego en el trasero, le dijo. El hombre se quedó pensativo, pero al rato le agarró el sueño y se durmió. Cuando de repente despertó vio los zanates que aleteaban sobre los corrales. Como los zanates se comen a los peces, corrió hacia los corrales y los espanto.

Dicen que cuando miró adentro de los corrales, los peces abundaban, parecía que hervían ¡Ay Dios! ¿Y ahora que voy hacer para agarrar esos peces?, así se decía. Eso estaba pensando cuando llegó la hora de sacar los peces del corral. Mejor voy a encerrar estos peces antes de que se me vayan, pensó. Fue a traer zacates y tapó la entrada del corral. Ni modo, se dijo y empezó a sacar los peces con un guacal hecho de tecomate que usaban siempre y dejaban entre la milpa.

 Dentro de una canoa puso gran cantidad, esa canoa la usaban para cruzar el lago; lleno la canoa de peces porque este muchacho agarró muchos peces. Estaba contento y en eso echó la última guacalada en los bordes del corral y cuando sacó el guacal encontró un gran cangrejo que guardó entre los peces.

Venía pensando que haría con su cangrejo y se decía en sus adentros: es mejor que esconda este cangrejo y me lo coma asado al fuego, si no serán ellos quienes se lo comerán. Fue así que lo escondió dentro de un morralito y solamente entregó los peces.

Cuando el hombre llegó a su casa llevaba la canoa llena de pescados. ¡ay, Dios! Hoy si has traído buen pescado. Nunca habíamos encontrado tanto, buen pescado has traído, le dijeron y desde entonces lo admiraron mucho.

Las mujeres empezaron a carrear los pescados en grandes canastos. El hombre se quedó cuidando la canoa hasta que las mujeres terminaron de acarrear los pescados. Al terminar dejo jalada la canoa y se fue a su casa que estaba cerca del lago.

Estando a solas se preguntaba: ¿En donde dejaré mi cangrejo? Así que mejor busco una olla bien grande y la dejó allí. Al siguiente día cuando fue a ver al cangrejo ¡Hermano, la olla estaba llena de dinero!

Se dice que esa era su suerte pues el sueño que tenía no era simple, hasta que por fin llego el día y la hora en que le fue entregada su suerte.

Entonces construyó muchos cajones, el cangrejo, ¡la gran chucha! Si ya no hallaba donde poner el dinero. Entonces pensó en construir una iglesia con el dinero que le daba el cangrejo.

Ese es el origen de nuestra iglesia aquí (San Lucas Tolimán) y por eso dicen que las personas de aquí no crecen mucho porque el dinero es como fuego, pues la iglesia fue sentado sobre el dinero del cangrejo y del hombre haragán.

Ese cangrejo se metió a la iglesia cuando el dueño murió y de allí no ha salido hasta nuestros días.


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